Por Sally H. Jacobs
The New York Times publica un extenso reportaje sobre el impacto en
EEUU de la vacuna cubana contra el cáncer de pulmón
En el centro
médico La Pradera, en Cuba, se ofrecen exclusivos tratamientos de salud y
terapias de rehabilitación basados en los afamados adelantos médicos de la
isla. Foto: The New York Times
Zuby Malik es una candidata improbable de violar el derecho internacional.
Madre de 78 años de edad y con una corona de pelo plateado, es
ginecóloga-obstetra jubilada con una inclinación por el orden.
Pero Malik está luchando por su vida. Después de recibir un diagnóstico
hace un año de cáncer de pulmón de células no
pequeñas en la Etapa 4, agotó muchos de los tratamientos disponibles
y se enfrentó a efectos secundarios dolorosos que le provocaron
hormigueos y falta de aire. Durante el verano, decidió ir a Cuba y
utilizar una vacuna contra el cáncer que no está aprobada en los Estados
Unidos. Como ella viene de una familia vinculada a la formación
médica, la decisión fue aún más difícil.
“Al principio estaba un poco nerviosa”, dijo Malik, sentada en
la sala de estar de su casa del norte de California, flanqueada por
un tanque de oxígeno y una mesa de medicinas. “Pero los tratamientos
estadounidenses no me estaban ayudando, y decidí que debía ir a Cuba. ¿Qué
otra opción tengo?”
Poco después de comenzar la medicación, dijo, su respiración se
hizo más fácil y su energía regresó. En su refrigerador hay una caja de frascos
de la vacuna, con tapa azul y naranja.
Otros pacientes con cáncer siguen el mismo rastro improbable. Desde que
comenzó el proceso de normalización de las relaciones con los Estados
Unidos en 2014, Cuba se ha convertido en un atractivo turístico con sus playas
vírgenes y su vibrante vida nocturna. Pero el país también cuenta con una
sólida industria biotecnológica que ha generado una innovadora vacuna llamada
Cimavax. Es parte de un nuevo capítulo del tratamiento del cáncer conocido como
inmunoterapia, que impulsa al sistema inmunológico del individuo a atacar
la enfermedad.
Cimavax es una vacuna terapéutica desarrollada no para prevenir el
cáncer, sino para detener su crecimiento y evitar que se repita en pacientes
con cáncer de pulmón de células no pequeñas. Desarrollado en Cuba y disponible
para pacientes allí desde 2011, funciona dirigiéndose a una proteína llamada
factor de crecimiento epidérmico, o E.G.F., que permite el crecimiento de
células de cáncer de pulmón. La vacuna estimula el sistema inmunológico del
individuo al producir anticuerpos que controlan el E.G.F. y
limitan el crecimiento del cáncer. También está disponible en Perú,
Paraguay, Colombia y Bosnia y Herzegovina.
El mes pasado, el Gobernador de Nueva York, Andrew M. Cuomo, anunció que
el Roswell Park Cancer Institute, un centro sin fines de lucro y con sede en
Buffalo, patrocinado por el Instituto Nacional del Cáncer, había
recibido autorización de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA,
por sus siglas en inglés) para llevar a cabo un ensayo clínico de Cimavax. Es
la primera vez desde el triunfo de la Revolución cubana que
instituciones estadounidenses han sido autorizadas a participar en una
empresa conjunta con similares en la Isla, dijo el presidente ejecutivo de
Roswell Park, Candace S. Johnson.
La conclusión de estos ensayos podría tomar años, pero los
pacientes con cáncer en EEUU no esperan. Durante los últimos dos
años, decenas de personas han ido a La
Habana e introdujeron en EEUU de contrabando los frascos de la vacuna
en cajas de almuerzo refrigeradas, y a veces ni siquiera se lo decían a sus
médicos. Hablar de Cimavax en las redes en línea de pacientes oncológicos ha
ido aumentando constantemente, a medida que las relaciones entre los dos países
se han calentado, y más pacientes están haciendo los preparativos para ir.
“No hay duda de que sin este medicamento estaría muerto”, dijo Mick
Phillips, de 69 años, de Appleton, Wisconsin, quien fue a Cuba por primera vez
en 2012 y regresa anualmente desde entonces. “Cuando éramos niños, nos
enseñaron que los cubanos no sabían lo que estaban haciendo. Resulta
que sí saben lo que hacen.”
A pesar de experiencias como las de Phillips, los resultados de los
ensayos clínicos en Cuba han mostrado sólo un modesto beneficio. En el
ensayo más reciente, los pacientes que recibieron la vacuna después de la
quimioterapia vivieron alrededor de tres a cinco meses más que los pacientes
que no la recibieron. El estudio, publicado a
principios de este año en la revista revisada por sus pares Clinical Cancer
Research, también encontró que los pacientes vacunados con altas
concentraciones de E.G.F. en su sangre vivían aún más.
El embargo de los Estados Unidos contra la Isla prohíbe la
importación de la mayoría de las mercancías procedentes de Cuba, incluida la
medicación, si una licencia. A los ciudadanos estadounidenses se les permite
ahora viajar a Cuba si su propósito cae dentro de una docena de categorías
aprobadas por el Departamento del Tesoro, pero buscar atención médica no es una
de ellas.
La mayoría de los pacientes que viajan a Cuba lo hacen a través de
un tercer país como Canadá o viajan bajo una categoría general llamada “people
to people”. Ninguno ha declarado a los funcionarios de aduanas las docenas de
frascos de Cimavax que traen escondidos en sus mochilas o maletas. Stephen
Sapp, oficial de asuntos públicos de la Aduana y
Protección Fronteriza de Estados Unidos, dice que no hay registro de
que se haya interceptado Cimavax en la frontera de Estados Unidos. Si lo
fuera, no está claro qué podría suceder.
Bajo la “política de importación personal de la FDA, algunos
medicamentos no aprobados pueden ser traídos al país si no hay una alternativa
adecuada disponible en los Estados Unidos, o si el tratamiento comenzó en un país
extranjero y la cantidad se limita a un suministro para un período de tres
meses. Además, el Departamento del Tesoro recientemente estableció una nueva
licencia general que permite a los ciudadanos estadounidenses importar
productos farmacéuticos cubanos bajo ciertas circunstancias. Pero en el caso de
Cimavax, al parecer, la regulación nunca ha sido sometida a prueba.
El hijo de Malik, Nauman, llevó 80 ámpulas de la vacuna y un juego de
jeringas en su mochila cuando él y su madre volaron a Los Ángeles desde Cuba en
junio. Los pacientes generalmente reciben una ronda inicial de cuatro
inyecciones en La Pradera, un centro de salud internacional que atiende
principalmente a extranjeros que hacen turismo de salud en La Habana – dos
pinchazos en los brazos y dos en los glúteos- y luego continúan
inyectándose periódicamente en su casa por varios meses. En el aeropuerto, el
señor Malik escribió en su formulario de declaración que llevaba
medicamentos, pero dijo que las autoridades no le preguntaron qué era.
“Estaba listo para una discusión, pero esta nunca ocurrió”, dijo.
Los investigadores cubanos comenzaron a trabajar en Cimavax en la década
de 1990, motivados en parte por la alta tasa de cáncer de pulmón en el país. Un
estudio de 1995 produjo la evidencia más temprana publicada de la
viabilidad de inducir una respuesta inmune contra el factor de crecimiento
epidérmico en pacientes con tumores avanzados, según un artículo publicado en
2010 en Medicc Review, una revista
internacional dedicada a la medicina cubana.
El Dr. Kelvin Lee, presidente de inmunología del Roswell Park, ha estado
colaborando con científicos del Centro de Inmunología Molecular de Cuba desde
el 2011. Dijo que esperaba que la vacuna pudiera ser usada en otros cánceres de
cabeza y cuello y, en última instancia, “prevenir el cáncer”.
Los pacientes en Cuba comenzaron a recibir la vacuna
gratuitamente en 2011, y se ha administrado a más de 4.000 pacientes en
todo el mundo, según Roswell Park. Los investigadores del cáncer de pulmón y de
la inmunoterapia están intrigados por el ensayo propuesto por Roswell
Park, que combinaría la vacuna con una forma de la inmunoterapia
que funciona como inhibidor de las células cancerígenas e impide que se
apague el sistema inmune de un paciente. El ensayo de Roswell intenta
utilizar el fármaco Opdivo, uno de los cuatro inhibidores aprobados por la FDA.
Pero los científicos también mantienen reservas en su evaluación de
Cimavax, en parte porque los ensayos cubanos se hicieron en un número
relativamente pequeño de pacientes. Existe la preocupación de que la vacuna
haya recibido una atención desproporcionada ante el flujo de las
relaciones recientes entre los dos países.
“Los datos son interesantes, pero necesitamos hacer estudios más
definitivos para evaluar los beneficios”, dijo Justin F. Gainor, un oncólogo
torácico del Hospital General de Massachusetts que trabaja en el diseño de
ensayos clínicos para nuevas terapias. “En este momento, las evidencias no
apoyan su uso fuera del proceso del ensayo clínico.”
El sistema cubano de atención de la salud ha sido reconocido desde hace
mucho tiempo por brindar atención sanitaria de alta calidad. Un informe de
2015 sobre el sistema de salud cubano realizado por la
Organización Mundial de la Salud señaló: “En Cuba, los productos se
desarrollaron para resolver problemas de salud apremiantes, a diferencia de
otros países donde predominaban los intereses comerciales”.
Con Cimavax migrando a los Estados Unidos, esos intereses comerciales ya
están entrando en juego. En Cuba, un ámpula de cuatro dosis de Cimavax
cuesta producirla unos 100 dólares, dijo el Dr. Lee. El Sr. Phillips,
de Appleton, Wisconsin, estima que paga alrededor de 9 000 dólares por su
suministro anual de Cimavax, alrededor de 1 500 la dosis, que una
enfermera visitante le administra cada dos meses. Aunque algunos pacientes
dicen que el precio bajó recientemente a cerca de 850 dólares la dosis, el costo
total del viaje puede correr fácilmente en más de 15.000 dólares, incluyendo
pasajes aéreos, alojamiento en La Pradera durante varias noches y varios meses
de la vacuna.
Phillips, un fumador de toda la vida que recibió un diagnóstico de
cáncer de pulmón en 2009, dijo que valía la pena cada centavo. Después de la
quimioterapia y radiaciones, su cáncer regresó en 2010.
“Desde que he estado tomando Cimavax, no ha vuelto”, dijo Phillips,
quien viaja a Cuba vía Toronto.
La forma en que otros pacientes están accediendo a Cimavax es
difícil de medir. El oncólogo de la Sra. Malik declinó ser entrevistado,
diciendo que no sabía lo suficiente sobre el medicamento. Varios pacientes
dijeron que no habían dicho a sus médicos por temor a que se negaran a
tratarlos.
“Me temo que no me tratará si estoy siendo tratado por un médico
cubano”, dijo una mujer de 57 años llamada Lily, quien inició Cimavax en Cuba
en junio y pidió no ser identificada porque tiene miedo de las consecuencias
por no declararlo. “Creo que mi médico tendrá miedo por
la responsabilidad o problemas de negligencia si él me trata mientras
estoy tomando algo que no está aprobado por la FDA.”
En los cinco meses en que Malik empezó a tomar Cimavax, su
experiencia ha sido mixta. Inicialmente, el líquido en sus pulmones disminuyó
significativamente, dándole energía renovada y permitiéndole moverse sin su
andador. Pero recientemente, el líquido ha comenzado a acumularse en su pulmón
derecho, y se ha sentido débil y con falta de aire. Su hijo dice que es
probable que cambie a un nuevo medicamento pronto y deje de tomar Cimavax.
“No es la panacea que esperábamos”, dijo. “Es realmente como ir
al Lejano Oeste tratando de saber que es lo mejor que se puede
hacer.”
Las historias de pacientes que regresan de Cuba reciben gran atención en
la red social de salud en línea Inspire,
que apoya a un grupo sobre el cáncer de pulmón con unos 53.000 miembros.
Ellos comparten información acerca de cómo viajar bajo el radar y qué tamaño de
caja refrigerada es la mejor (para traer las vacunas).
“Tenemos muchas preguntas”, dijo Judy Gallant, propietaria de P & G
Travel, que tiene oficinas en Ontario y La Habana, y está planeando viajes a
Cuba para media docena de pacientes estadounidenses. “Dejamos claro que no
somos personal médico. Sólo les ayudamos a conectarse con las personas que lo
son”.
Algunos pacientes estadounidenses tienen una nueva preocupación: cuando
Donald J. Trump, el presidente electo, asuma el cargo, podría agredir a Cuba y
hacer más difícil que los pacientes viajen allí. Pero Mick Phillips no parece
preocupado.
“Creo que vamos a estar bien”, dijo. “Trump puede hacer muchas cosas,
pero no creo que esté en sus prioridades impedir que la gente pueda
vivir”.